Ficción
Historia de uno de los asesinos de Mónica Spear
Por Luis Ferrer
La primera vez que escuché su nombre estuvo vinculada al inicio de una nueva vida. Adela, la señora que trabajaba en mi casa, llegó muy conmocionada porque su hija Daisy de 14 años había salido embarazada. El culpable era un tal Gordo Danilo, sólo un año mayor que la muchacha y quien, por fortuna, asumió su responsabilidad y hasta matrimonio hubo. Lo llamaban gordo, porque fue un niño con sobrepeso, que luego rebajó y tenía una contextura adecuada para su tamaño.
Con el bachillerato sin concluir y sin experiencia en empleos previos, el mejor trabajo que consiguió fue de vendedor de verduras en un mercado municipal. En ese puesto se encontraba cuando nació su primer hijo, a quién llamaron Leandro. Además del trabajo en el mercado, Danilo empezó a laborar de noche como mesonero en una pizzería. En ese sitio fue donde lo conocí formalmente, porque él mismo se presentó y me dijo que era el marido de Daisy y yerno de Adela. Me pareció un tipo agradable y preocupado por su familia. Un hombre que respondía a las circunstancias de la vida.
No volví a tener noticias de ellos, hasta una mañana que pasaron por mi casa con el niño enfermo y lo dejaron al cuidado de su abuela, mientras hacían unas diligencias en un banco. Sorprendentemente, el niño empezó a convulsionar. Su abuela y mi familia entraron en pánico, sin saber qué hacer, pero, ante la gravedad de la situación, yo agarré al muchacho, a la abuela y nos fuimos a la emergencia pediátrica del hospital.
Los padres llegaron pronto, cuando aún no nos reponíamos del susto y se hicieron cargo. El niño permaneció hospitalizado varios días y los exámenes dictaminaron que tenía plomo en la sangre, lo que ameritó tratamientos especiales y muy costosos. Danilo en todo momento se mostró preocupado por la salud de su hijo y pidió préstamos en su trabajo para pagar los costos de la enfermedad. Aunque Daisy no trabajaba, se empleó como auxiliar en una peluquería para contribuir a los gastos médicos de su hijo.
El inicio de la construcción del ferrocarril en el país generó fuentes de empleo en muchas regiones y Carabobo fue una de las más favorecidas. De buenas a primeras, se convirtió en uno de los trabajos más cotizados de Venezuela. El Gordo Danilo, quien había conseguido trabajo en una empresa italiana a cargo de la construcción de uno de los tramos del tren, se postuló para integrar el sindicato en formación y resultó electo.
Este hecho trajo un cambio significativo en su vida y la de su familia. No solamente tenía un buen sueldo, sino también mucho poder y esa es la principal aspiración de muchos venezolanos. Un reflejo del viejo dicho: «No me den, pero pónganme dónde hay». El sindicato decidía quién entraba a trabajar y pronto comenzó la venta de los cupos.
Con el comercio de los puestos de trabajo aparecieron los fraudes, porque los encargados le cobraban a un número mayor de personas del que requería la constructora. Esto trajo como consecuencia persecuciones y amenazas a los sindicalistas; Danilo varias veces se marchó de El Cambur para esconderse en otros sitios más seguros.
Mientras trabajaba para el ferrocarril conoció a un compañero que lo introdujo en la santería, convirtiéndose en su padrino y guía espiritual. A medida que la formación santera aumentaba, los vecinos de Danilo y Daisy se quejaban de los ruidos que emitían los animales que sacrificaban en los rituales. Mientras tanto, el pequeño Leandro era regañado con frecuencia por jugar con los huesos y demás amuletos que estaban en el altar de la casa.
En esos tiempos de bonanza y religión les nació una niña a quien llamaron Alexandra, que se convirtió en la consentida de Danilo. Sin embargo, pronto una noticia funesta llegaría al hogar. El padre de Danilo, apodado Nuno, quien había tenido una vida compleja, muchas veces al margen de la ley, fue asesinado: con un machete le cortaron la cabeza, se la llevaron y nunca apareció.
El pueblo de El Cambur de inmediato se convirtió en un hervidero de chismes. Aunque Nuno no era un ciudadano ejemplar, muchos de los cuentos decían que se trataba de una venganza contra el Gordo Danilo por problemas en el sindicato, mientras que otras versiones atribuían el crimen a rencillas entre santeros. Estas historias que señalaban a Danilo como culpable se transformaron pronto en leyendas urbanas que aún hoy en día se repiten.
Con los problemas económicos del país, la construcción del tren que uniría a la nación se paralizó. La mayoría de los contratistas extranjeros se marcharon de Venezuela y cientos de trabajadores quedaron sin empleos. A Danilo no le afectó mucho la situación. Con el capital obtenido de sus negocios paralelos al ferrocarril, compró una camioneta pick up de último modelo y comenzó a trabajar con su mentor espiritual, distribuyendo pollos beneficiados y huevos de una granja avícola. Aparte tenía un rango alto en la religión yoruba y se dedicó también a hacer consultas y trabajos esotéricos.
En esta época se estima que comenzó también su participación como aguantador y receptor de bienes robados. Según contaba Adela, Danilo siempre andaba armado y llevaba muchos objetos para la casa. El joven Leandro tenía un teléfono moderno y una computadora portátil que le había dado su papá y la niña Alexandra jugaba con una tablet infantil de la Barbie.
Una noche que cenaba en una pizzería del malecón de la ciudad, llegó Danilo con su amante y me saludó afectuosamente, diciéndole al mesonero que todo lo que yo consumiera iba por su cuenta. Se trataba de la misma pizzería donde lo había conocido años atrás como mesonero y a la cual él regresaba ahora, adinerado y presuntuoso
El 05 de enero de 2014, Adela llegó a mi casa diciendo que el Gordo Danilo estaba preso. No sabía la razón, pero lo habían detenido en la casa de la amante, con quien hacia vida marital de manera pública.
Al día siguiente, 06 de enero, descubrí con horror al leer Twitter que habían asesinado a la actriz Mónica Spear y a su esposo Thomas Berry en la autopista Puerto Cabello-Valencia. Este suceso conmocionó a la comunidad nacional e internacional por tratarse de una persona famosa en toda América Latina, aunado al otro doloroso hecho de que su pequeña hija Maya había resultado herida, aunque sobrevivió a la tragedia.
El operativo policial para capturar a los involucrados en el crimen fue exhaustivo. El Cambur fue prácticamente tomado por las autoridades policiales y militares de la región. Los habitantes vivieron días de angustia y zozobra.
La casa de Daisy fue allanada buscando a Danilo, a quien acusaban de trasladar a los asaltantes de la carretera y aprovecharse de los objetos sustraídos en el vehículo de Mónica Spear y su esposo. Daisy dijo a los funcionarios que ellos tenían tiempo separado y que él vivía con Tatiana Gómez en una urbanización de Puerto Cabello.
Se hicieron las primeras detenciones y quedó pendiente una orden de captura contra Danilo, a quien finalmente encontraron en la casa de su padrino espiritual. Desde el inicio y hasta el final Danilo alegó su inocencia diciendo que él estaba preso cuando se cometió el crimen y que efectivamente lo habían llamado para venderle una cámara fotográfica y unos celulares, pero él no compró nada. Varios de los implicados aceptaron su culpabilidad para lograr rebajas en las sentencias, pero Danilo se negó a hacerlo e insistía en probar su inocencia durante el juicio
El proceso judicial marchaba muy lentamente, como es común en el país, más en este caso donde había varios involucrados. Su sitio de reclusión fue la Cárcel de El Rodeo, donde se convirtió en una especie de líder, siendo primero lucero y luego transformándose en pran, como se dice en el lenguaje carcelario.
En Venezuela se publicó un libro llamado Capítulo Final, sobre el crimen de Mónica Spear y su esposo, donde se relataban con precisión todos los detalles relativos al hecho. Recuerdo haberle mostrado el libro a Adela y luego a Daisy, leyéndoles las páginas donde hablaban de Danilo. Como hecho curioso, Daisy se mostró complacida porque no la nombraban a ella en ningún momento y sólo encochinaban a Tatiana, como me dijo literalmente.
Leandro ya era un adolescente que comenzó a manifestar problemas de conducta y para colmo preñó a otra joven menor que él; por supuesto, su mamá y sus abuelos se hicieron cargo de la situación.
La siguiente noticia que tuve de Danilo fue que lo asesinaron a puñaladas en El Rodeo por enfrentamientos entre líderes. Daisy y sus hijos fueron al sepelio en Caracas y se encontraron con Tatiana asumiendo el rol de viuda. Se pensó en enterrar el cadáver en El Cambur, pero por el estado del cuerpo y su próxima descomposición se hizo en Caracas.
Los medios de comunicación siempre nos dan noticias de Maya Berry Spear y la describen como una joven hermosa y muy talentosa que vive con sus abuelos maternos en USA, lejos de un país violento que todos deseamos ella elimine de sus recuerdos.
Daisy vive en El Cambur con su hija Alexandra y siguió con su vida al lado de una nueva pareja. A Leandro se lo llevó su abuela materna a Colombia para alejarlo del destino violento que parecía aguardar por él. En Bogotá trabaja en una panadería y ya ha tenido dos hijos más, sin ocuparse para nada del hijo que dejó en Venezuela.
Todos los involucrados en el crimen de Mónica murieron de una u otra forma en prisión. El Gordo Danilo murió sin poder probar su inocencia y sólo ocupará un minúsculo lugar en la historia criminal del país.
*Esta historia fue producida en el taller Hacer literatura con hechos reales, dictado por Lizandro Samuel.
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¡Dios santo! ¡Qué excelente lectura! Me dejó enganchada hasta el final.
Excelente narrativa Luis. Te felicito sinceramente.
Asi es como las historias nos muestran la gran pregunta de siempre, que fue primero el huevo o la gallina, la violencia en nuestras poblaciones, generan patrones de violencia sin fin. Excelente enfoque de esta historia que muestra la realidad de los barrios en Venezuela.
Muchas gracias por su comentario