Ficción

La foto de los tres

por | May 22, 2025

Por Juan Carlos Méndez Guédez

*La imagen de portada de La foto de los tres fue creada por Chat GPT.

 

JOSÉ: Todo olvido tiene una foto, toda destrucción guarda su imagen. Perecer, desgastarse, disolverse solo es posible cuando marcas un punto de esplendor, una tarde feliz, un instante de máximos en el que MARY CARMEN: Creo recordar esa foto; creo recordar que la hice yo misma una tarde de junio. Es desolador, pero la mano, el ojo que hace posible la casualidad de una imagen vive en ella y sin embargo es la primera en desaparecer, en convertirse en una hipótesis; y pese a todo, sin su presencia no habría LECTOR: ¿En serio? ¿Un cuento con fotografía? ¿Una fotografía de juventud? ¿De verdad? ¿Otra vez otro cuento con otra foto de juventud en la que JOSÉ: Tal vez fue Mary Carmen quien la hizo; eso podría explicar muchas cosas; la sonrisa de los tres; la mía, la de Moralito, la de Rafucho. Con los años aquello que parecía el centro se desplaza, y debo hacer un esfuerzo para recordar que en aquellos tiempos Mary Carmen era el principio y el final de muchas tardes, era la causa, el origen, era la herida y MARY CARMEN: Sí, la hice yo. Casi seguro. Un paseo a Los Caracas. Rafucho se robó el carro de su madre y en vez de ir al liceo bajamos al Litoral. Los cuatro. Sí. Porque también le dijimos a Elena, pero ella no quiso acompañarnos porque ELENA: Qué bellos están en esa fotografía. Da miedo. Sobre todo si piensas cómo los vi, por separado, veinte años después. Comenzaron a envejecer de manera semejante; como si el rostro empezase a pesarles y las mejillas y los pómulos les colgasen de las orejas. Pero es increíble el fulgor que tienen en ese instante. Quizá es la luz de la tarde, el reflejo del mar al fondo, la alegría que cada uno siente al tener tan cerca a Mary Carmen y JOSÉ: ¿Qué es lo que lleva Rafucho en la mano? Un libro, claro, pero ¿qué libro? Ya. Si amplío se deforma la imagen, pero puedo adivinar el título: City of Glass. Lo curioso es que quien acababa de llegar de Nueva York era Moralito, pero más curioso todavía es que hace minutos miré en mi biblioteca y allí se encuentra ese ejemplar. Un poco oxidadas las hojas, pero a la vez impecable, casi virginal, como si yo no lo hubiese revisado nunca, lo que es muy MARY CARMEN: Recuerdo que me ofendió mucho que a mí me trajese un perfume y a José una novela de Paul Auster, que según aclaró Rafucho era un escritor que empezaba a sonar en Estados Unidos. Por eso no les regresé el ejemplar esa tarde y todavía lo conservo. De hecho, creo que hice la foto justo en el momento en LECTORA: Eso es una pista. Año 85, quizá. Una pista que quién sabe a dónde pueda llevarnos, porque ahora mismo lo que aparece en primer plano son tres muchachos que sonríen a una chica, y que por algún motivo tienen en la mano un libro de Auster. Es posible imaginar que ese objeto sí posea un sentido, porque en esta historia la presencia de Mary Carmen parece equívoca; fue ella tan solo el ojo, la mirada, el JOSÉ: Ninguno de los tres habría pensado en ese momento que Mary Carmen desaparecería con tanta naturalidad de la vida de cada uno de nosotros; sin estridencias; sin grandes gestos; porque un día dejamos de verla, de nombrarla, y pasaron veinte años o más hasta que Elena contó que se había mudado hacía mucho a España, que se había casado con un ELENA: No fui con ellos a la playa ese día porque me aburría ver lo ridículos, lo enfáticos e histriónicos que se volvían cuando tenían cerca a Mary Carmen. Ahora los veo en esa foto y pienso que tal vez me gustaba alguno de ellos o quizá me gustaban los tres, pero ninguno tenía ojos para verme; yo era solo la amiga, la voz, el hombro en el que se recostaban muchas tardes cuando OMNISCIENTE: Porque en efecto, se ven hermosos en esa fotografía; Rafucho con su melena rubia, su barba, su apariencia de Jesucristo de película gringa; Moralito con su mandíbula de boxeador, sus ojos muy oscuros, su nariz perfilada; José con su afro, sus ojos rasgados, su piel aceitunada y su risa feroz, intimidante, al punto que JOSÉ: Sí me causa mucha perplejidad; éramos inseparables; no había un minuto en el liceo en el que no estuviésemos juntos, como hermanos trillizos, pero en cierto modo, en esos años acepté como una fatalidad que los guapos eran ellos, que yo era el más común, el menos atractivo, lo que explicaría por qué ELENA: Admito que en aquel momento me escandalizó, pero con los años no he dejado de sentir envidia y admiración. Que Mary Carmen fuera siempre la gran amiga y a la vez que se acostase con los tres, me parece ahora la felicidad leve de esos tiempos; la hermosa ligereza con la que todo fluye en esos años. Lo real es que a mí me habría encantado que AUTOR: Pero no olvidar el libro; me he sentado a escribir esta historia porque en la vida me intrigan esos libros que se mueven de mano en mano, que son siempre como una presencia irrebatible, pero que a la vez nadie ha leído nunca; y el libro de Auster que puede parecer solo un detalle es para mí la gran intriga que he decidido prestarle a estos personajes, pues MARY CARMEN: Primero Rafucho, luego Moralito y al final con José; es tan fácil amar y olvidar a esas edades; es tan hondo y a la vez tan ligero; y lo curioso es que a las pocas semanas terminé con cada uno de ellos, que acudí a la fiesta de graduación con otro novio, y si bien se notaron dolidos, torpes, confusos, jamás pronunciaron un reproche, jamás una pelea. Quizá lo que más me dolió en ese entonces es que a ninguno se le ocurriese que yo quería leer el libro de Auster, y que de hecho era la que mejor podía hacerlo porque era la única que hablaba y leía perfectamente en inglés, ni siquiera ELENA: La novela apenas la recuerdo. Tampoco parece un detalle importante, aunque por momento tengo la impresión de que ellos se distanciaron de Mary Carmen no porque los hubiese largado con tanta facilidad, sino que ella dejó de hablarles porque alguno quiso robarle el libro y ella lo descubrió. Tiene sentido. Ahora que miro en mi mesa, allí está la novela, dedicada para ella por Rafucho y AUTOR: Porque hablamos de un mismo libro que al menos tres personajes dicen tener y que por lo tanto JOSÉ: ¿La leí? ¿No la leí? No. No leí esa novela jamás. Es uno de esos títulos que te acompaña siempre como algo pendiente, pero que se pospone y se pospone sin que haya ninguna razón en concreto. ¿Quizá porque la asocio con una felicidad dolorosa? ¿Tal vez porque ese libro era un talismán, la señal de una tarde y unos años entrañables, refulgentes, olvidados? Suena bien, pero no es cierto; hasta ahora que Elena acaba de enviarme esa fotografía, no había vuelto a pensar en esa novela. Pero es tan seductor sentir que todo encaja, que incluso los olvidos responden a MARY CARMEN: Durante semanas pensé que todos habían devorado las páginas de Auster, porque incluso llegaron a comentar su aire cervantino, incluso, los muy tontos al llamarme por teléfono a casa, se identificaban como Daniel Quinn; una broma privada que solo podía entenderse si habías leído el libro, lo que yo ELENA: Y si digo la verdad, no recuerdo el regalo que me trajo Moralito desde Nueva York. ¿O fue Rafucho quien viajó? El caso es que me encapriché con el libro y se lo robé a Mary Carmen cuando ya habíamos terminado el liceo. Increíble cómo somos a esas LECTOR: ¿En serio? ¿Una foto? LECTORA: Y un libro de Paul Auster que está en todas las manos y en ninguna, en todos los tiempos y en AUTOR: Hace unos meses en una comida con amigos, nos llamó la atención que, en dos mesas distintas, dos personas que no se conocían entre ellas tenían junto a su plato un libro de Paul Auster. Luego nos olvidamos del tema, y a la hora del chupito de orujo no sé cómo terminamos hablando del sentido de la vida, un poco en broma, un poco en serio. Ernesto Pérez Zúñiga dijo: “todo en la realidad está conectado, y somos la minúscula parte de esa totalidad que rige una consciencia”; Jorge Volpi respondió: “Creo que sí, todo en la realidad está conectado, pero para mí lo que lo rige es el azar”. Cuando nos despedimos, todavía con el espesor de los vinos con los que acompañé el almuerzo, pensé mientras caminaba por la calle Marqués de Casa Riera: “¿Y si el azar es una conciencia, y si el azar es un dios? entonces MARY CARMEN: Y debería leerme algún día ese libro; porque existió esa tarde, existimos los cuatro, y esa playa en Los Caracas, y aunque José ya no quiera ni pueda recordarlo porque JOSÉ: No sé de quien fue la idea, pero comenzamos a nadar hacia lo hondo; Mary Carmen abandonó pronto porque se sintió cansada; pero Moralito, Rafucho y yo seguimos alejándonos y alejándonos. Nadie dijo una palabra: solo brazadas imprudentes de tres muchachos que no eran especialmente atléticos ni aventureros; nadar, nadar, nadar lejos. Ninguno quería abandonar, éramos una fuerza ciega, una energía feroz que deseaba escapar de la orilla, pero cuando me dio el calambre me detuve en seco; al principio no me hicieron caso y avanzaron un poco más, pero les rogué que me ayudasen; a gritos, con manotazos al agua; al final se regresaron, lograron calmarme y empujarme de vuelta. Mary Carmen se molestó con nosotros; mientras me frotaba la pierna acalambrada nos dijo que había sido una estupidez, que no era gracioso lo que ELENA: Jamás me contaron eso; hablaron de lo bien que lo habían pasado; de unos tostones con salsa rosada; de un señor con una barriga que le llegaba a las rodillas, de la novela de Auster, de MARY CARMEN: A veces hacían tonterías; me cuesta admitirlo, pero pensaba en ese momento que era para impresionarme. Pequeñas estupideces: caminar por el borde de un precipicio; ir en bicicleta en dirección contraria por la Avenida Nueva Granada sin frenar. Ahora pienso que yo era la excusa de cada uno de ellos pero que esa energía no era yo, tampoco la edad; vivía dentro de ellos; al menos dentro de Rafucho y ELENA: La foto duele. A mí al menos; imagino que también un poco a Mary Carmen, pero sobre todo a José, porque JOSÉ: Nunca hablamos del tema ¿O sí? Quizá alguna vez, muy borrachos, en una excursión al Ávila. Digo que no hablamos y lo acertado era decir que no hablaban ellos. Yo sí lo mencioné alguna vez: de pequeño me había impresionado lo que hizo mi primo unas vacaciones, así que cuando me hartaba del liceo, de mis padres, de Mary Carmen, de ELENA: ¿Debería devolverle el libro a Mary Carmen? Después de todo, era para ella, igual querrá tenerlo de recuerdo, o tal vez, para ella también fue muy natural la distancia. Porque solo yo quedé en contacto con todos; ellos no volvieron a comunicarse, solo yo era el débil eslabón que JOSÉ: ¿Por qué se aleja la gente que se aleja? Es sencillo cuando hay una gran pelea, un disgusto, un malentendido, pero ni siquiera con Mary Carmen ocurrió eso. Llegó la universidad, los nuevos amigos, los nuevos trabajos, las familias a trozos y destrozos que cada uno fue MARY CARMEN: Los tres me borraron. Podré endulzarlo ahora, encandilada por esta foto feliz en la que no estoy y que nadie recuerda que yo hice, pero incluso su manera de quererme, de desearme, de odiarme en aquel momento era una manera de borrarme. Cuando regresé de visita a Caracas, todos seguían viviendo allí, y les dije para vernos y solo ofrecieron excusas. Tan solo coincidí con Elena en aquella cafetería de Centro Plaza. La primera vez que sucedió pensé que había rencor; luego me di cuenta de que era solo indiferencia. Creo que ni siquiera llegué a contarles dónde vivía, con quien, qué hacía yo lejos de Venezuela. En los viajes siguientes José ya se había ido del país; Moralito también se había mudado; a Rafucho ni intenté contactarlo. ¿Para qué? Si al final yo JOSÉ: Claro que me dolió, claro que me quedé congelado cuando me contó Elena que Rafucho se había suicidado. Ella no tenía idea de los motivos y yo mucho menos, porque tenía doce años sin saber de él, sin tener ni ELENA: Hay una hermosura de la inocencia en esa fotografía. Nada otorga tanta felicidad cómo ignorar lo que MARY CARMEN: Comprendo que a José le dé miedo mirar esa foto con el sol de junio y JOSÉ: Tampoco en ese momento hablé con Moralito. No tenía sus datos; no sabía en qué parte de Estados Unidos vivía. Por eso cuando un buen tiempo después fue el propio Moralito el que se suicidó en California comprobé que tenía diecinueve años sin tener una sola noticia suya, así que esta vez tampoco ELENA: Todavía ahora me deja perpleja que esa hermandad se hubiese disipado con tanta sencillez, sin una OMNISCIENTE: Porque sería tramposo subrayar ahora un hecho irrebatible que explique el gesto compartido por esos amigos; sería estridente, inverosímil. No había nada que los conectase más allá de un libro que fue moviéndose de mano en mano y que nadie JOSÉ: Lo que me conmueve ahora es pensar en esa fotografía: allí los tres. Una fotografía en la que ahora estoy acompañado de dos fantasmas; mi rostro sonreído junto a ellos. Como a la espera de una simetría, de una ampliación, de una nueva ELENA: Porque da miedo pensar que ni ellos sabían que su conexión de esos años nacía del gesto que les aguardaba; que los años por venir MARY CARMEN: Lo único que tengo claro es que no buscaré a José para darle ese libro; quizá lo lea, lo conserve, yo estoy resguardada porque siempre estuve fuera, pero en ningún caso JOSÉ: Mejor borrar la foto, olvidarla, dejar de sentir que me envía un mensaje, que me pide una continuidad; mejor donar ese libro a una biblioteca, venderlo en un remate; porque es cierto que de los tres el único que alguna vez habló de

ELENA: Y no puedo dejar de pensar con alivio que fue una tarde bella que yo decidí perderme.

 

**¡¡¡¡¡Heeeeeeey!!!!! Ahora tenemos una unidad de producción de libros. Mira nuestros títulos disponibles aquí.

0 comentarios

Enviar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Historias similares

Un cuentico púber

Un cuentico púber

A lo sumo tendría nueve años. A esa edad su cabello ya era una tristeza. Era tan flaca que a uno no le quedaba sino el desconcierto como abreboca para otro sentimiento mayor. Julie creció paralela a su melancolía y trató de enamorarse.

leer más
La ciudad de la muerte

La ciudad de la muerte

Las calles oscuras formaban un laberinto que parecía dirigirse siempre al mismo lugar: una elevación central que lo dominaba todo, visible a la rojiza luz de la lava volcánica que rodeaba la ciudad. Comprendió que lo que había tomado por una loma era, en realidad, el cuerpo de la Diosa. Hinchado y tumefacto, supuraba la sangre de los sacrificios y las ofrendas, la cual bebía hasta saciarse.

leer más

Suscríbete a nuestro boletín

Prometido: vamos a enviarte pura información cool, de esa que de seguro te interesa (chismecitos literarios, cosas para reir, tips para tu guion, etcétera). Y, obvio, también te mantendremos al tanto de todas las novedades con respecto a nuestros talleres.

Quiénes somos

Una productora cultural que trabaja en torno a la literatura, el cine, las series y el humor. Nuestra actividad principal es organizar talleres formativos en esas disciplinas.

Contacto

Para información sobre los talleres y nuestros libros:
inscripcionesc.amarillo@gmail.com

Para cualquier otra información:
productorac.amarillo@gmail.com

Síguenos en nuestras redes